Tengo un amigo en Mendoza, de esos jugados y que valen la pena. No solo por haberme regalado el vino del que les quiero contar, sino también por haber sufrido juntos en algún partido de futbol (historia para otro momento) También de paso les cuento que me hizo conocer las Cavas de Cano, un lugar que si pasás algún día en Mendoza vale la pena acercarse a la Bodega, cenar y catar todo lo que te ofrecen, (eso sí contratá un Remis para la vuelta)
Este Amigo Vicente me regaló un vino muy especial, no solo por la calidad y el precio, sino también por lo que esta botella significa para él. (Un amigo y familiar las produce y hace que esté orgulloso de su amigo por la calidad del producto). Y también porque es un producto de producción limitada que la mayor parte de la producción se vende en Francia (Paladar exigente en vinos si lo hay)
El vino en cuestión es de Bodega Cuvelier de los Andes, de Tunuyán, Mendoza. Esta bodega debería ponerla con mayúsculas, por es una “BODEGA”, tanto es así que pertenece al grupo llamado Le Clos de los Siete (o en francés le clos des sept) se encuentra en Vistaflores, una propiedad de 847 hectáreas de viñas, en el departamento de Tunuyán, a 80 km al sur de la ciudad de Mendoza. Dividida en siete bodegas, precisamente el conjunto fue llamado Le Clos de los Siete. No es la idea de hablar de este club hoy, seguro lo haremos en otra oportunidad.
Al fin llego al vino del que quería hablarles. Esta botella especial es un Grand Vin embotellado en la misma bodega en el año 2005 (ahora que lo pienso debería haberlo dejado estacionar un poco más, bueno ya es tarde) 70% Malbec, 10%Cabernet Sauvignon, 9% Syrah, 7% Merlot y 4% Petit Verdot.
No les voy a hablar del sabor frutado ni de los taninos, aunque el sabor hubiera dado envidia a los mejores frutos del bosque y el aroma no le haría empalidecer a un campo lleno de flores. Al probarlo produjo en boca (no se rían, así se dice) una sensación difícil de describir, es como un líquido suve y sedoso, pero con densidad que penetra en las papílas abriéndolas y llenándolas hasta rebasar con el gusto particular del roble que hace que instantáneamente al pasarlo por la garganta quieras beber otro sorbo y otro y otro y otro, es especial para acompañarse a sí mismo y se sugiere tomar con muy poca gente alrededor (máximo uno para compartir).